3 de marzo de 2014

Tenía ganas de escribirte y no supe donde meterlas


De repente te recuerdo, con felicidad, con añoranza, con melancolía, te recuerdo entre días grises, entre días soleados, entre días nublados, entre esos días donde sólo te pienso, entre aquel aroma a café, a cigarrillo, a ciudad, a ti, a nosotros...

Luego recuerdo el daño, el que te hice, el que me hiciste, el que nos hicimos, y se me frunce el ceño, y comienzo a odiarte, a desvanecerte con furia de mi mirada, a distanciarte, a sumergirme entre el querer olvidarte, el irme lejos de ti, de tus pensamientos, de tu cabeza, de todo, de todos; desaparecer quizás como un sueño cuando el despertador suena, así se esté en medio de tan esperado beso, desaparecer por siempre de tu recuerdo para que seas espejismo en el mío, aunque ya lo eres, pero aún dueles.

Y sé que llegará el día en que tu existencia no me afecte, donde pueda verte con indiferencia, donde ya no escriba para ti, donde ya no te escriba, donde seas invisible y donde no sepa ni siquiera quien eres; porque estás tan trazado como un recuerdo que mi mayor meta es olvidarte.

Finalmente te pido, de corazón, deja de aparecerte en mis sueños, no quiero que tu recuerdo me siga incluso mientras estoy durmiendo, ese espacio fue tuyo y no te importó, ahora no te metas y menos a la fuerza. Ya no quiero compartir mis sueños contigo, búscate a quien no le importe darte ese lugar en vano, pero a mi cabeza, déjala de una vez en paz.


Esta imagen fue tomada de internet sin niguna especie de permiso.