Ella
era encantadora: su boca era más provocativa que cualquier afrodisiaco, su
piel, parecía terciopelo, sus ojos un par de luces negras que penetraban en lo
más profundo de mi ser y su cuerpo, toda una angelical armonía llena de las más
hermosas notas que ni Mozart logró nunca conseguir. Su pecho era el más hermoso
relieve de aquel paisaje y su pelo negro como la desolada noche, resaltaba lo
pálido de su piel y lo jugoso de sus labios. Ella era perfecta, era la mujer
más perfecta que jamás había visto.
Una
noche en la que me encontraba en mi solitario cuarto donde solo era acompañada
por las apasionantes melodías de mi saxofón, me disponía a caer en brazos de Morfeo,
pero alguien llamó a la puerta. La casa se encontraba sola y yo no esperaba a
nadie, así que corrí a la ventana y allí quedé completamente perpleja con quien
vi: era ella...
No
sabía qué hacer, ella nunca se había percatado de mi presencia, pero reaccioné,
me recogí el cabello en una larga cola de caballo para no verme muy
desarreglada y abrí la puerta con tal tranquilidad que a mí misma me
impresionaba.
-Hola,
-dijo ella mostrando sus hermosos dientes blancos debajo de una suave sonrisa-
espero no molestar- y entró sin ser invitada. Yo solo me dispuse a cerrar la
puerta y al girar a mirarla, me helé al ver sus hermosas y delicadas piernas
debajo de un esplendoroso vestido negro que le quedaba ceñido a todo su
exquisito cuerpo.
Me
miró y con sus dulces labios tan rojos como el fuego, rio tímidamente y dijo- te
quedarás ahí...
-
¡Disculpa! -reproché- no es nada, pasa -y me adelanté en las escalas buscando
mi cuarto con su delicioso aroma siguiéndome.
Al
entrar en él, ella se sentó en mi cama y me observaba mientras yo nerviosa
pensaba que hacer. Tratando de no parecer sumisa, le pregunté:
-
¿Qué haces aquí?
-Quería
verte, llevo meses deseándote, pero hoy no pude contenerlos -y me ofreció su
mano. Yo gustosamente la cogí, maravillada de que sintiera lo mismo que yo
sentía por ella y me guio a sentarme a su lado en la cama.
Después
de un breve silencio, me dijo: toca para mí, quiero oírte -alcanzándome el
saxofón que estaba a su lado sobre una silla. Yo gustosa lo acepté y entoné en
él una pequeña melodía que compuse pensando una noche en ella y que nunca
imaginé estársela mostrando; era tan sensual y romántica que ella cerró sus
ojos conquistada por las notas y comenzó a moverse tocándose su delicioso
cuerpo. Yo comencé a excitarme viendo tan maravillosa escena y poco a poco
retiré el saxo de mi boca teniéndolo aún con mis manos y disfruté de tan
anhelado panorama para mí.
Ella
al notar el silencio que se produjo en la habitación, abrió sus ojos y me miró
con tanta pasión que me perdí...Retiró delicadamente el instrumento de mis
manos y acercó sus labios a los míos. Mientras nos besábamos, sentí una paz y
deseo interior que nunca había experimentado.
Suavemente
me tumbó sobre la cama sin dejarme de besar. Yo la deseaba, sentía todo dentro
de mi tan deliciosamente descontrolado y estaba tan excitada que me dejé
llevar.
De
una manera sensual y pícara, se quitó el vestido que llevaba puesto quedando
totalmente desnuda. Su silueta era perfecta, tal como siempre me la había
imaginado, ahora la deseaba más que nunca...
Sus
pezones rosados me sonreían mientras que ella me quitaba todas mis prendas
dejándonos a ambas en iguales condiciones. Yo solo pensaba en la envidia que
sentirían los ángeles viendo tan exquisita escena desde el cielo. Estando
encima de mí, volvió a besarme, pero ahora de una manera tan agresiva y
encendedora que sentía cuánto me deseaba, pero que duró tan solo unos segundos,
ya que, con su húmeda lengua y sus jugosos labios, se deslizó por mi abdomen
deteniéndose entre mis muslos. Allí jugueteó con su lengua de tal manera que
sentí como si el infierno me quemara mientras tocaba el cielo.
Quise
detener aquel momento para siempre, viéndola allí, como siempre la había soñado
mientras que mi boca no podía contener los más frenéticos jadeos de placer que
salían desde lo más profundo de mí, y que sonaban mucho más sensuales y
eróticos que los que podía sacarle al saxofón mientras lo tocaba; pero de
repente, sentí lo que fue un portazo en la puerta principal de la casa y al
abrir los ojos, me encontré tumbada en mi cama, totalmente vestida pero tan
mojada como si hubiese sido real. Ansiosa y desesperada, busqué pruebas de que
aquello lo había sido porque estaba tan excitada aún, que no habría podido ser
obra de un simple sueño; pero al recorrer la habitación buscando su cálido
aroma, las lágrimas me devolvieron la desilusión de la realidad: siempre será
ella mi única fantasía porque nunca podré tenerla.
Dibujo realizado por SurNobody