29 de septiembre de 2013

Cautivaluna

BY: Ana Wonka y Daniel Aristizábal.

Cuando todo se pinta de azul oscuro, allá, detrás de los árboles que tapan a los enamorados, con el firmamento que cobija a los niños en cama e invita a las locuras en las calles, aparece en lo más alto un gran punto blanco.

Ella, llamada desde quien sabe cuándo "Luna", solo muestra su mejor cara: es deslumbrante,  reluciente como la única luz en medio de tanta oscuridad, enamorando a todos en la tierra. Coqueta, les sonríe a ratos y los humanos, enamorados, se la regalan entre ellos como muestra de amor.

Otros dicen que ella es como la más hermosa e inalcanzable mujer, sobre la cual todos creen tener derecho pero en realidad es más libre que cualquiera y se mueve por el cielo a su antojo. Y las estrellas, dicen que son almas tan puras que han logrado llegar hasta ella pero ella, siempre tan libre, huye de ellas.

Podría asegurarse que esa perfecta mujer hipnotiza; pues se le pueden dedicar segundos, minutos y horas a observarla sin cansarse, embriagándose cada vez más de ella y llegando a ser ese amante platónico que sabe que por más grande que sea su amor, es tan inalcanzable que jamás la tendrá. A ella le encanta ser el show central, es presumida y poderosa controlando el clima y a las personas a su antojo, haciéndolas sentir felices y enamoradas o tristes y desoladas.

Lo que nadie sabe, es que la Luna tiene un lado oscuro que prefiere no mostrar a nadie, quizás el poder de ese lado es el más vil y tenebroso, el que hace que huyamos o desconfiemos de ella.

Aquella radiante dama es amada porque siempre está ahí, acompañando y escuchando a los más desdichados o ilusionados; pero aún así, también muchos otros la odiamos, porque es una mujerzuela que pasa de mano en mano conquistando a cuanto hombre se le cruce en su camino.

 Ella solo ríe, desde su cima, sin importar qué digamos de ella.

Fotografía tomada por Daniel Aristizábal