30 de octubre de 2011

Su nombre efímero

Me miraba y me miraba, no sé que tanto detallaba en el cuerpo de una mujer tan normal, sabiendo que ya había tenido entre sus brazos cinturas mejor moldeadas, bustos más perfectos e indudablemente, piernas largas y verdaderamente bellas; pero aún así, no me importaba que tanto detallaba en mí, yo me encontraba desnuda y feliz debajo de su delicioso cuerpo. Sus brazos, pecho, abdomen y cintura estaban llenas de tan expresivos tatuajes, todos con un significado en particular, caminaban de una manera tan armónica sobre lo delicado de su piel, el relieve de su pecho y la tan sexy línea que bajaba por su abdomen.

Quería que el tiempo se congelara, sentir su cuerpo desnudo como sudaba al roce con mi piel, mientras que deslizaba sus labios entre mis senos donde se detenía y jugaba con ellos de una manera muy dulce, mientras una corriente recorría mi cuerpo; me estaba excitando, había encontrado mi punto débil.

Después de divertirse allí un buen tiempo, encontró mi mirada, esa mirada que gritaba cuanto lo deseaba, cuanto quería que nuestros cuerpos se devoraran como si no existiera nada más, que quería que fuera mio, que su cuerpo no fuera de nadie más y que mis orgasmos, solo fueran suyos. Pero cuando sus labios comenzaron a hundirse entre los míos, me dí cuenta que él no era de nadie, pero que ahora me  deseaba a mi. Dejé que mi lengua recorriera suavemente la suya, que se sumergiera en lo húmedo de su boca y que por mi cabeza, pasaran miles de deseos que quería que me cumpliera en aquel instante. Su nombre era lo único escrito en mí durante aquellos minutos, que me parecieron tan solo dos segundos...

Podía sentir como estaba de excitado mirándome y besándome de aquella forma tan apasionada, tan frenéticamente deliciosa. Sentía su como su cuerpo expulsaba gotas de sudor por sus poros mientras yo con mis manos sobre su nalga, lo guiaba a través de mi.

Velozmente, empezaron a fluir desde mi vientre unos sensuales jadeos y gemidos que le dieron más  fuerzas para seguir con sus movimientos, ahora más veloces; mientras mis uñas se aferraban a la cama y por la habitación se esparcían aquellas notas musicales que solo el placer de una mujer puede proporcionar; y fue allí cuando sentí que él ya estaba terminando su trabajo, mientras sus jadeos se unían con los míos.

Allí postrados sobre la cama como un par de desconocidos, estaban ahora nuestros cuerpos agitados aún, empapados de sudor y despertando a la realidad de que no nos pertenecíamos y que todo esto, quedaría simplemente en el olvido.



Pet.